Semana 5
La cultura Pueblo Viejo
Aproximadamente cinco siglos después de que el valle fuera ocupado por la gente Ferrería, es decir hacia los comienzos de la era cristiana, grupos de una cultura diferente se asentaron en el valle de Aburrá; se trata de la gente denominada cultura Pueblo Viejo, nombre tomado de la localidad del municipio de La Estrella donde se han localizado varios asentamientos de dicha época. La cultura arqueológica Pueblo Viejo identifica las sociedades que se desarrollaron en un extenso territorio del macizo central antioqueño y que hacían parte de una tradición cultural reconocida a través del estilo cerámico marrón inciso, ampliamente difundido en la región central de Colombia, en los departamentos de Caldas, Risaralda, Quindío, norte del Valle del Cauca y Antioquia. Se caracteriza por vasijas de variadas formas, platos, cuencos, ollas de cuerpo globular y cuencos subglobulares con cuerpo lobulado; en todas son comunes un engobe marrón o rojo oscuro, la incisión como técnica decorativa en líneas dispuestas espina de pescado y el dentado estampado.
Este estilo cerámico está culturalmente asociado a la tradición metalúrgica conocida como Quimbaya clásico, de la cual hacen parte los famosos tesoros quimbayas que comprenden algunas de las piezas más elaboradas y espectaculares de la orfebrería indígena americana. Mientras fuera de Antioquia el conocimiento de la cultura Pueblo Viejo se limita al inferido del estudio de la orfebrería, pues no se han investigado sitios de vivienda, en el macizo central antioqueño, entre las cuencas de los ríos Cauca y Magdalena, se dispone de muchos asentamientos que han permitido avanzar en el conocimiento de su desarrollo. Varias fechas de radiocarbono del siglo iv d. C. obtenidas en el municipio de Armenia (Nieto, 1992), Jericó (Otero, 1994) y valle medio del río Porce (Castillo, 1992>, así como dataciones relativas en Sopetrán, Santa Fe de Antioquia y Anzá (Castillo, 1987, 1988, Arboleda, 1987, Montoya, 992) ratifican la presencia de estos grupos en los primeros siglos de la era cristiana. También en el valle de Aburrá se identifican las fechas desde el siglo i hasta el siglo y d. C.; en conjunto, sugieren que se trata de un período en el cual se inició e incrementó la expansión por la región; en la cuenca media del Porce, los asentamientos Pueblo Viejo se han fechado entre los siglos y y XIII de nuestra era, por lo que es altamente probable que en la zona central del departamento, donde no se conocen otros estilos cerámicos aparte del Ferrería, tuvieran una continuidad hasta la conquista española.
Los asentamientos
En el valle de Aburrá los lugares de habitación se encuentran profusamente distribuidos en sitios de características similares a los de Ferrería. Durante el proceso de urbanización del área metropolitana, la totalidad de hallazgos conocidos corresponden a esta cultura: en El Poblado, Manrique, Aranjuez, Envigado, La Estrella, Itagúí, Bello y Copacabana, entre muchos otros, se han reportado hallazgos. En general, se trata de un patrón de asentamiento similar al de la cultura Ferrería, con viviendas dispersas en las zonas altas y medias, ubicadas en aterrazamientos artificiales o planos naturales, los que probablemente se articulaban a asentamientos nucleados establecidos sobre colinas bajas; este patrón de asentamiento garantizaba el acceso a la diversidad de recursos existentes en las distintas zonas del valle. Sal, oro e intercambio Una de las actividades más importantes de estos grupos fue el aprovechamiento de las numerosas fuentes de agua salada existentes en el valle de Aburrá, en el altiplano de oriente y en la cuenca del río Cauca; extensos basureros, formados por la acumulación de los fragmentos de las ollas utilizadas en el procesamiento de la sal y obras para la adecuación de los pozos de donde se extraía el agua salobre, indican la importancia de esta actividad en el sistema económico. Una fecha del siglo iv d. C., obtenida en los basureros asociados a la explotación de las fuentes salinas en el corregimiento de Santa Elena, confirma la existencia de esta actividad desde épocas tempranas (Santos, 1992).
La abundancia de sal producida rebasaba las necesidades domésticas, por lo que los excedentes debieron abastecer la demanda de grupos de otras zonas. La producción en tan altas cantidades y la técnica utilizada, mediante evaporación de agua salada al fuego, en ollas que debían ser quebradas para sacar los bloques de sal, demandaba la producción de gran número de piezas de cerámica; esto, sin duda, generó la especialización de grupos en su manufactura. Quienes se ocupaban de estas actividades debían desvincularse de la producción de otros bienes de consumo, aportados seguramente por otros sectores de la población. La producción de sal, como actividad especializada de los grupos de la cultura Pueblo Viejo, constituye un ejemplo de las estrategias económicas utilizadas por esta sociedad en un contexto regional: la especialización en la producción de bienes intercambiables conforme a las necesidades y potencial de recursos ofrecidos por el medio.
En este sentido se sitúa también la extracción de oro, la cual constituyó otra de las actividades económicas fundamentales. Dentro del extenso territorio que gente de esta cultura ocupó, se encuentran la cuencas de los ríos Cauca, Porce y Nechí, que junto con sus afluentes contienen los depósitos auríferos aluviales más ricos de Colombia; la abundancia de este recurso condujo también a una especialización en su extracción. El oro y la sal se articulaban a extensas cadenas de intercambio, mediante las cuales se obtenían carne de animales de monte, pescado, algodón, y objetos suntuarios o de prestigio como plumas, caracoles, telas y maderas.
Como consecuencia de la extracción intensiva de oro sobrevino la producción de objetos hechos con este metal; en los de la tradición metalúrgica del Quimbaya clásico, producida por estos grupos y que tuvo su auge durante el primer milenio de nuestra era, se advierte la existencia de especialistas en la elaboración de objetos de orfebrería, quienes alcanzaron niveles de destreza excepcionales en el manejo del metal. De las piezas de este estilo conocidas, la mayor cantidad fueron halladas por guaqueros durante la colonización antioqueña del siglo pasado, en la zona comprendida entre los departamentos de Caldas, Quindío y Risaralda; sin embargo, hay hallazgos muy importantes en Antioquia, como el denominado nuevo tesoro quimba ya —adquirido hace pocos años por el Museo del Oro—, encontrado cerca de la desembocadura del río Nare; igualmente, el llamado tesoro Antioquia —referenciado en el siglo pasado por la Comisión Corográfica— que, como el famoso poporo quimbaya, fue hallado en Yarumal; a este mismo estilo se ajustan piezas de especial belleza halladas en Caucasia y Valdivia, así como las que se encuentran en San Pedro de Urabá. La dispersión de la orfebrería quimbaya clásica, con sus variantes locales, sugiere la existencia de zonas no mineras hacia donde el oro en bruto circulaba; en éstas debían existir especializados orfebres, encargados de producir las piezas que luego se intercambiaban en una región muy extensa. La tecnología desarrollada por éstos se extendió ampliamente, influyendo sobre las tradiciones metalúrgicas de otras culturas del occidente, norte de Colombia y Centroamérica, lo que indica el papel relevante que desempeñaron en los desarrollos tecnológico y social prehispánicos.
La importancia alcanzada por la producción de sal y de oro, entre la gente de la cultura Pueblo Viejo que habitó el territorio antioqueño en épocas prehispánicas, debe evaluarse a la luz de las características del territorio que ocupaban y de sus posibilidades de uso. Los suelos de la región central se formaron a partir de rocas ígneas, como el batolito antioqueño que abarca gran parte del macizo central del departamento; igualmente, han influido sobre ellos las cenizas producidas por las erupciones volcánicas de la cordillera Central. Este origen determina suelos muy ácidos y pobres en nutrientes, con elementos a veces tóxicos para las plantas; en condiciones naturales, tales características condicionan baja productividad para la agricultura y limitaciones para su uso. Suelos con mejor calidad para cultivar se encuentran en áreas restringidas de algunos valles de origen coluvioaluvial, como el de Aburrá, localizados en la zona climática templada.
En las condiciones referidas, la práctica agrícola demanda rotación permanente de la tierra para evitar el agotamiento de los suelos, y continuo desmonte para la adecuación de parcelas. Por esto, en gran parte de Antioquia, particularmente en la región central, la agricultura debió constituir una actividad de bajo rendimiento en la época prehispánica, adecuada sólo para el autoabastecimiento de algunos productos, como sucede hoy en día; salvo en algunos casos, en los que al parecer se mejoraron los cultivos mediante técnicas de riego, tal como, según los cronistas españoles, ocurría en cultivos de algunos sectores del oriente antioqueño y del cañón del Cauca.
En contraste con la baja calidad de los suelos para la agricultura, abundaban aluviones auríferos y fuentes salinas de relativa facilidad para su explotación. El reconocimiento de las cualidades de estos dos recursos los convirtió en una opción productiva muy ventajosa; con el desarrollo de técnicas adecuadas, la producción de oro y de sal aportaba bienes fundamentales cuya restringida distribución geográfica los hacía altamente apetecidos por otros grupos. Fue por medio de estos recursos como debió fortalecerse un sistema de intercambio entre comunidades de la misma cultura, las cuales ocupaban la región central de la actual Colombia, y crearse un activo comercio con grupos de otras regiones para obtener alimentos y otros bienes no producidos localmente. Desde entonces, la dinámica económica y social de los pueblos de Antioquia se ha estructurado sobre la base de baja producción agrícola, minería intensiva y comercio para la adquisición de bienes insuficientes o no producidos localmente.
Desde este punto de vista, en el contexto geopolítico prehispánico, en la colonia y en la actualidad, el valle de Aburrá ocupa una posición estratégica respecto de las cuencas de los ríos Cauca y Magdalena; esta posición geográfica, articulada a la abundancia de fuentes de sal y a los suelos de mejor calidad para la agricultura, en tiempos precolombinos debió convertirlo en una zona clave para el establecimiento y el control de las relaciones sociales, y para el intercambio con grupos de las dos regiones, situación que además lo ubicaría en el centro de los intereses de otras comunidades.
La red de caminos que en el siglo xvi lo atravesaban, algunos de ellos construidos en piedra, son verdadera obra de ingeniería que sorprendió a los españoles, quienes los describen como «caminos de peña tajada más anchos que los del Cuzco». La magnitud de estos caminos y su carácter de obras públicas sólo pueden entenderse como resultado de la importancia que el intercambio y el comercio alcanzaron, y del papel desempeñado por los grupos del valle de Aburrá y áreas periféricas en el concierto de una sociedad que desde los primeros siglos de la era cristiana alcanzó niveles de desarrollo social, tecnoeconómico y cultural notables.
Este desarrollo fue posible gracias al aprovechamiento de la variedad de recursos existentes, al control de los excedentes derivados de la producción especializada, y al sistema social y político que integraba de manera eficaz las diferentes comunidades. En este contexto debieron surgir jefaturas de carácter local y regional como instancias reguladoras de la producción y del intercambio, del trabajo comunal, de eventos colectivos de carácter religioso y de las relaciones con otros grupos.
De las numerosas representaciones humanas elaboradas en oro por los orfebres de la cultura Pueblo Viejo, sobresalen figuras masculinas y femeninas provistas de tocados y emblemas indicativos de un estatus socialmente destacado. En las masculinas son comunes las que portan en sus manos poporos para la masticación de coca; en éstas, igual que en las femeninas, se advierte una actitud apacible; además, no existen representaciones que indiquen jefaturas de carácter guerrero, lo que sugiere una sociedad en la que éstas se sustentaban en el poder religioso de los chamanes. En general, la variedad y la calidad de los objetos depositados en las tumbas atestiguan las diferencias sociales de una sociedad jerarquizada. Así como se han hallado algunas tumbas con objetos muy elaborados en oro y cerámica, también se encuentran muchos entierros sencillos sin ofrendas sobresalientes en los sitios de vivienda, en pozos simples en los que se depositaban las urnas cinerarias y los huesos cremados. En el valle de Aburrá este tipo de enterramiento se encuentra en antiguas terrazas de habitación, las cuales con más frecuencia descubren las obras de construcción en la ciudad; igualmente, representa la pauta dominante en distintos lugares de Antioquia.
Las investigaciones realizadas hasta ahora son insuficientes para caracterizar el proceso de desarrollo de la cultura Pueblo Viejo; se desconoce si ésta habitaba el valle de Aburrá en el momento de la conquista española. Para entonces, los cronistas se refieren a la existencia de algunas comunidades nucleadas; destacan la abundancia de comida, los grandes cultivos de maíz y fríjol, la domesticación de curíes y perros mudos, y la manufactura de mantas de algodón. Los nativos presentaron escasa resistencia a los españoles, pero éstos fueron informados de la existencia de guerras con los nutabes que habitaban el territorio entre los ríos Cauca y Nechí.
Las guerras habían provocado la destrucción de antiguos asentamientos, situación evidenciada en la existencia de grandes edificios destruidos. Para este momento, una actividad muy importante en épocas anteriores, la explotación de sal, al parecer ocupaba un lugar secundario en el valle y el oriente, practicada sólo por algunos núcleos familiares. Este papel secundario pudo ser consecuencia del agotamiento o la disminución en el rendimiento de las fuentes salinas, lo que pudo desplazar el interés hacia otros sectores y grupos.